¡Reine + Jesús!
TE DEUM LAUDAMUS... Es martirio de amores tu inmolación callada; fue bautismo de fuego tu profesión sagrada: ¡al pronunciar tus votos llevabas en el alma de los mártires sangre, del apóstol las llamas!
Nuestra querida hermana, nació en Abasolo, Gto., el día 1º de junio del año 1900. Sus padres fueron la Señora Margarita Martínez y el Sr. Jesús Vargas.
A los 18 años, siendo estudiante en la Academia de la Srita Magdalena Peral, (quien después fue Hermana nuestra), conoció a Nuestro Padre Fundador. Ella misma da este testimonio, de cómo, iba a darles charlas a las alumnas, en las que las orientaba y comunicaba su entusiasmo para la difusión del Catecismo. El haberlo conocido y tratado de cerca, fue decisivo en su vocación y así apenas fundado el Instituto, solicitó su admisión, siendo recibida en la Casa de Irapuato el día 26 de noviembre de 1920. Nuestra Hermanita, aspiró desde el principio a encarnar en su vida el ideal de Nuestro Padre, un Fuerte y Generoso amor al Corazón Divino de Jesús y un grande celo por la salvación de las almas.
Tomó el nombre de María del Espíritu Santo Vargas Martínez, vistió el hábito religioso el 3 de junio de 1921, la mañana del 23 de junio de 1922, en presencia de N. Padre, como ministro de la Iglesia y en manos de N. M. Cofundadora Luisa de S. J. Marmolejo Rodarte, emitió su Profesión Religiosa.
Habiendo sobrevenido la Persecución religiosa, al igual que todas las hermanas que les tocó sufrir esta situación, se mantuvo fiel a Dios y con entereza de ánimo afrontaron los peligros e inseguridades de esta época.
Se distinguió por un carácter tranquilo y apacible; era notable su observancia y espíritu de fe hacia sus superiores. Se mostró humilde y sencilla y junto con el silencio, estas fueron sus virtudes características. Estaba convencida de que lo principal era el amor, y que con amor se le gana a Nuestro Señor, y se le conquistan almas para El.
En su oficio de Sacristana, que siempre ejerció, fue muy delicada, limpia y cuidadosa. Aunque calladita, era oportuna en sus conversaciones.
Un rasgo muy notable, fue la manera en que sufrió sus enfermedades, ya que desde el principio de su vida, tuvo una salud muy frágil y delicada. Y durante su larga ancianidad, nunca se le vio impaciente, siempre serena y sonriente. Era muy afectuosa con su familia, de entre sus hermanos fue la mayor.
A las 8 de la noche del día 29 de mayo del Año Jubilar 2000, resonó la voz amorosa de Jesús, el Esposo Celestial, que llamó a sí, a su fiel esposa, apenas tres días antes de cumplir sus cien años.
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